Laboratorio de Humanidades invita a descubrir el origen de expresiones populares en Semana Santa

  La Semana Santa no solo es un momento de reflexión religiosa, sino también una oportunidad para redescubrir el profundo impacto que los textos bíblicos han tenido en nuestro lenguaje cotidiano. En este sentido, el Laboratorio de Humanidades de la Universidad San Sebastián invita a la comunidad a explorar cómo palabras y expresiones populares como “la carne es débil”, “lavarse las manos” o “llorar como una Magdalena” tienen sus raíces en los relatos evangélicos de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo.

Leonardo da Vinci, Il Cenacolo (L’Ultima Cena), c. 1495–1498

“La Semana Santa es parte de nuestra tradición, pero muchas veces no advertimos cuánto del lenguaje que usamos día a día proviene de estos relatos”, explica Sebastián Caro, Humanista Digital del Laboratorio de Humanidades. “Expresiones como ‘rasgar vestiduras’, ‘beso de Judas’ o ‘para más INRI’ no son meras frases hechas: provienen directamente del relato bíblico y conservan una carga cultural y simbólica que sigue viva.”

  • Pasión.

Durante la Semana Santa recordamos la pasión de Jesucristo, aunque este concepto puede dar lugar a equívocos. Actualmente, utilizamos el término pasión en el sentido de un fuerte sentimiento o emoción hacia algo o alguien, como en “tener pasión por la música” o “ser apasionado por el arte”. Sin embargo, en el contexto de la Semana Santa el término tiene un significado profundo y específico que se refiere a los sufrimientos de Jesucristo.

Diego Velázquez, Cristo después de la flagelación y el alma cristiana, 1626

Efectivamente, la palabra española pasión proviene del latín passiō (pronunciado pássiō), que significa sufrimiento o padecimiento, que es una traducción literal del término griego πάθος (páthos, presente en patología o psicópata), con idéntico significado. Esta dualidad en el uso del término refleja cómo el lenguaje evoluciona y se adapta a diferentes contextos, manteniendo, sin embargo, un trasfondo de significado profundamente significativo.

  • Pascua.

En los Evangelios, la narrativa de la Semana Santa comienza con la preparación de la celebración de la Pascua (Mt. 26). Para los judíos, la pascua corresponde a la fiesta con que se conmemora su salida del cautiverio de Egipto, tal como se relata en el Éxodo, durante la cual se acostumbra a comer מַצָּה (matstsā́h), es decir, pan sin levadura. El término pascua proviene del latín pāscua (páskua), originado del término griego πάσχα (páskha), y que, a su vez, corresponde al término hebreo פֶּסַח (pésakh), que tiene el significado de paso, tránsito o salto, en el sentido de pasar por alto. Si bien la mayoría de los autores asegura que el concepto tiene relación con el tránsito del pueblo judío de la esclavitud a la libertad, el texto de Éxodo (12:27) es claro al afirmar que el origen de la festividad se encuentra en el hecho de que el Señor pasó por alto (פָּסַח, pésakh) las casas de los hijos de Israel durante el azote de la muerte de los primogénitos.

Giotto di Bondone, L’Ultima Cena, 1303

Como curiosidad, cabe destacar que los conquistadores europeos solían nominar lugares en América en base a la fecha de descubrimiento (Asunción, Río de Janeiro, etc.). En 1722, el holandés Jacob Roggeveen descubrió una isla en el Pacífico el domingo de Pascua (5 de abril) y no dudó en darle ese nombre: Paasch-Eyland o Isla de Pascua.

  • Huerto de los Olivos, Getsemaní.

Tras la cena y el anuncio de las negaciones de Pedro, Jesús llega con sus discípulos al Monte de los Olivos (Lc. 22:39) o Getsemaní (Mt. 26:36, Mc. 14:32). Juan llama al lugar simplemente jardín (κῆπος, kḗpos). Getsemaní (Γεθσημανί) es la versión griega del hebreo גַּת שְׁמָנִים (gát shemaním), que significa, literalmente, prensa de los aceites. Evidentemente, la denominación hace referencia a los olivos que cubren las laderas del monte, razón por la cual Lucas lo llama Monte de los Olivos (griego Ὄρος τῶν Ἐλαιῶν, óros tṓn elainṓn).

El Greco, La oración del huerto, 1590

En hebreo, el lugar recibe el nombre הַר הַזֵּיתִים (hár hazzeītī́m), de idéntico significado. A través del árabe الزيتون (az-zaytūn) y por vía andaluza tenemos en español el término aceituna.

  • La carne es débil.

Ya en el Monte de los Olivos, Jesús pide a algunos de sus discípulos que velen y lo acompañen en oración. Tras hallarlos dos veces durmiendo, Jesús los exhorta a mantenerse despiertos y orando, pues ‘el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil’ (ἡ δὲ σὰρξ ἀσθενής, [hḗ dé sárks asthenḗs] Mc. 14:38).

Jacopo Robusti (Tintoretto), Preghiera nell’Orto degli Ulivi, 1543-1544

En la vida cotidiana, esta expresión ha trascendido su origen bíblico y se ha convertido en un refrán que se utiliza para describir la lucha interna que todos enfrentamos. Suele aplicarse en situaciones donde nos sentimos abrumados por nuestros deseos o impulsos, recordando que, a pesar de la determinación, es fácil sucumbir a la tentación. La frase también invita a la reflexión sobre la necesidad de la gracia divina y el apoyo espiritual. Reconocer la debilidad de nuestro aspecto material enfatiza la importancia de la oración y la conexión con lo divino para fortalecer nuestro espíritu y resistir las tentaciones.

  • Beso de Judas.

Previo a la cena de Pascua, el apóstol Judas había acordado con los sacerdotes y maestros de la ley entregar a Jesús a cambio de monedas de plata a fin de quitarle la vida. Mientras Jesús se encuentra en el Monte de los Olivos dialogando con sus discípulos, Judas llega acompañado de una turba para apresarlo, indicándoles que deberían capturar a quien él diera un beso (φίλημα, phílema). El beso de Judas ha trascendido su contexto bíblico y se ha convertido en un símbolo cultural de traición y deslealtad. En la vida cotidiana, la expresión beso de Judas se utiliza para referirse a cualquier acto de traición que se oculta tras una fachada de amistad o afecto, mientras que el nombre Judas hace referencia a un hombre o comportamiento alevoso o traidor (‘ser un Judas’, ‘ser más falso que Judas’).

Giotto di Bondone, Bacio di Giuda (Cattura di Cristo), c. 1303-1305

La ironía de este pasaje es profunda. Judas utiliza un beso, un gesto que normalmente simboliza amor y amistad, como señal para traicionar a su maestro. Esta contradicción resulta mucho más evidente en la lengua griega original, donde la palabra beso (φίλημα, phílema), amar (φιλεῖν, phileín) y amistad (φιλίᾱ, philíā) comparten una raíz común φιλ- (phil-, amor).

  • El que a hierro mata, a hierro muere.

Tras la traición de Judas, la multitud se dispone a capturar a Jesús. De improviso, uno de los discípulos que lo acompañaba (Pedro, siguiendo a Juan 18:10) toma su espada y corta la oreja de un siervo del sumo sacerdote. Jesús llama a la calma y a deponer las armas, ‘pues todos los que tomen espada, perecerán por espada (Mt. 26:52).

Grégoire Guérard, L’Arrestation du Christ, c. 1518-1520

Esta expresión, y otras similares derivadas de este pasaje (‘el que a hierro mata, a hierro muere’), sugiere que quienes eligen resolver conflictos a través de la fuerza y la agresión están condenados a sufrir las consecuencias de sus propias acciones.

  • Rasgar vestiduras.

Tras ser arrestado, Jesús es conducido ante el sanedrín (del griego Συνέδριον, synédrion, literalmente lugar para sentarse juntos), el principal órgano judicial y legislativo judío, para ser interrogado. El sumo sacerdote Caifás busca argumentos para condenar a Jesús interrogándolo acerca de su naturaleza mesiánica. Al responder afirmativamente sobre su divinidad, Caifás lo acusa de blasfemia (βλασφημίᾱ, blasphēmíā, literalmente un decir engañoso) y rasga sus vestiduras (Mt. 26:65, Mc. 14:63). La acción de rasgar vestiduras se asociaba en la antigüedad, especialmente en el contexto de la cultura judía, con la manifestación de emociones intensas, como el luto (Job 1:20), la desesperación (Gén. 37:29) o la indignación (2 Reyes 6:30). Rasgar las vestiduras era una forma de expresar el dolor, la angustia o la ira de manera visible y pública.

Konrad Huber (atr.), Christus vor Kaiphas, 1804

Hoy en día la expresión rasgar vestiduras ha perdido su sentido original de expresión vehemente de las emociones, al menos no de manera auténtica. Corresponde, más bien, a una reacción negativa desmesurada y simbólica ante lo que otros hacen o dicen, generalmente acompañada de cierta hipocresía. Empleado en forma negativa (‘no hay que rasgar vestiduras’), suele representar un llamado a no dramatizar exageradamente un asunto.

  • Barrabás, barrabasada.

Tras la condena religiosa por parte del sanedrín judío y las negaciones de Simón Pedro, Jesús es llevado a comparecer políticamente ante el gobernador romano Poncio Pilato, pues Judea correspondía a una provincia imperial. El objetivo de los acusadores era presentar a Jesús como un sedicioso que buscaba instaurar un reino al interior del Imperio. A pesar de que Jesús reconoce ser rey de los judíos, Pilato no encuentra motivos suficientes para condenarlo a muerte. A fin de dejar la decisión en manos del pueblo, el gobernador invoca la costumbre de indultar a un acusado durante la celebración de la Pascua de acuerdo con la voluntad popular (Mt. 27:15, Mc. 15:6, Jn. 18:39). Pilato da a elegir a los judíos entre Jesús y Barrabás, un célebre ladrón y, con toda seguridad, agitador social (Mc. 15:7, Lc. 23:19).

Desconocido, (Jesus y Barrabás), s. XIX

A partir de este episodio, el nombre Barrabás se perpetuó en nuestra lengua como sinónimo de una persona malvada o traviesa (‘ser un barrabás’), del cual deriva el término barrabasada, un disparate o acción que produce gran daño o perjuicio. Asimismo, el nombre se halla en la génesis de la historieta chilena Barrabases, en virtud del carácter inquieto y travieso de sus protagonistas.

  • Ecce homō.

Luego de que la multitud decide dejar en libertad a Barrabás, el gobernador Pilato ordena que Jesús sea azotado y humillado por los soldados. A continuación, tomando las palabras de Jesús sobre su naturaleza regia de modo literal, decide coronarlo de espinas y vestirlo de púrpura, símbolo ancestral de poder y majestad (Jn. 19:2). Dado que Pilato se resiste a condenar a Jesús pese a la intransigencia del pueblo, decide presentarlo ante la multitud en un intento de apelar a su compasión. La versión latina de las palabras de Pilato al revelar a Jesús ataviado como rey, ecce homō (ékke hómō, he aquí el hombre) (Jn. 19:5), ha trascendido los siglos.

Antonio Ciseri, Ecce Homo, 1871

Si bien el sentido de la expresión es susceptible de múltiples interpretaciones, en lo fundamental parece resaltar la humanidad de Jesús en un momento en que su divinidad y su misión redentora están en juego. Al presentar a Jesús de esta manera, Pilato parece querer enfatizar que, a pesar de las acusaciones en su contra, Jesús es un hombre que ha padecido injustamente. La expresión se ha lexicalizado en español en el sustantivo eccehomo, una persona lacerada, rota, de aspecto lastimoso.

  • Tole tole.

A pesar de la insistencia de la multitud en condenar a Jesús, Pilato continúa buscando liberarlo. Vuelve a presentarlo como rey ante una muchedumbre que, ya impaciente, exige su crucifixión, una forma de ejecución pública particularmente lenta y agónica, reservada, en consonancia, para criminales o traidores del Imperio. El Evangelio de Juan relata la escena de una multitud enardecida exigiendo a Pilato Tolle, tolle, crucifīge eum! (tól.le tól.le krukifī́gue éum) (Jn. 19:15). El verbo latino tolle, así como el original griego ἆρον (ā́ron) significan, literalmente, ¡levanta!, que podría indicar el deseo de la turba de ver a Jesús elevado a la cruz, pero también tienen el sentido de quitar, eliminar, incluso, matar, que es la versión que sigue la mayoría de las traducciones modernas. La expresión, entonces, traducida significa ¡quítalo, quítalo, crucifícalo!

Mihály Munkácsy, Ecce Homo!, 1896

El verbo latino tolle, pronunciado por el tumulto vociferante que exigía a Pilato la muerte de Jesús, pervive en nuestra lengua el término tole, con el sentido de rumor de desaprobación contra alguien o algo, incluso el de confusión y gritería popular. Existe, incluso, una expresión popular más cercana al texto bíblico, tole tole, de idéntico significado (‘armarse una tole tole’).

  • Lavarse las manos.

Ante la tensión creciente ejercida por la muchedumbre por condenar a Jesús, Pilato, a su pesar, acaba por ceder a la presión popular y decretar su crucifixión. Con el fin de evadir el peso que significa la muerte de Jesús, Pilato solicita agua para lavarse las manos, un acto simbólico que representa su deseo de evadir la responsabilidad que le cabe como gobernador: ‘Soy inocente de la sangre de éste. Ustedes verán’ (Mt. 27:24). Desde entonces, la expresión ‘lavarse las manos’ indica la acción de desentenderse de un negocio en que hay inconvenientes. En el relato bíblico, el pueblo efectivamente asume esta responsabilidad, comprometiendo en su decisión incluso a sus descendientes: ‘su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos’ (Mt. 27:24).

Jan Lievens, Pilatus wast zijn handen in onschuld, s. XVII

Pese a que el lavado de manos de Pilato constituye una acción simbólica del hecho de eludir sus responsabilidades como gobernador, en el artículo Washing Away Postdecisional Dissonance (‘lavando la disonancia post-decisional’) (2010), los autores demuestran que lavarse las manos puede reducir el sentimiento de culpa al tomar decisiones. En experimentos realizados entre 158 participantes, quienes se lavaron las manos tras tomar decisiones sintieron menos necesidad de justificar sus elecciones. Los investigadores concluyeron que la limpieza física ayuda a aliviar el malestar psicológico asociado con decisiones complejas.

  • Calvario.

Tras ser condenado a la crucifixión, Jesús es obligado a cargar la cruz hasta el lugar de la ejecución, al que los evangelistas denominan Gólgota (gr. Γολγοθᾶ, golgothā́). El término griego corresponde a la transcripción del siríaco ܓܓܘܠܬܐ (gāgūltā), derivado del hebreo גֻּלְגֹּלֶת (gulgōleṯ), ‘calavera’, posiblemente debido a la geografía del lugar, similar a un cráneo, o a la abundante presencia de osamentas dado su uso como sitio de ejecuciones. De hecho, los textos griegos de Mateo (27:33), Marco (15:22) y Juan (19:17) recogen este significado original mediante su traducción como Κρανίου Τόπος (kraníou tópos, lit. lugar de la calavera), que San Jerónimo tradujo al latín como Calvāriae locus (kalwā́riae lókus), de idéntico significado.

Giovanni Battista Tiepolo, Die Kreuztragung Christi, 1738

De la versión latina deriva el término español calvario, que corresponde al camino que se recorre en memoria del camino de la cruz (via crucis, wía krúkis) padecido por Jesús, pero que en su acepción coloquial corresponde a una sucesión de adversidades y pesadumbres (‘vivir un calvario’).

  • INRI.

Una vez crucificado, los soldados romanos echaron a suertes las vestimentas de Jesús y se las repartieron. Sobre su cabeza, fijada a la cruz, dispusieron una inscripción con el cargo (αἰτίᾱ, aitíā, ‘causa (judicial)’) en su contra, ser el rey de los judíos. Cada Evangelio recoge detalles que complementan la escena. Marco (15:26) es el más sucinto al meramente transcribir el contenido del texto (‘El rey de los judíos’), mientras Mateo (27:37) añade el nombre del condenado (‘Este es Jesús, el rey de los judíos’). La versión de Lucas (23:38) añade el dato relevante sobre la redacción trilingüe de la inscripción (‘Este es el rey de los judíos’, que refleja la diversidad cultural y lingüística de la región y la época: en hebreo, por ser la lengua sagrada del pueblo judío, utilizada en la religión y las escrituras; en griego, al ser la lengua común (κοινή, koinḗ) del mundo helenístico, hablado ampliamente en la región por muchos judíos y gentiles que vivían en Jerusalén; y, por último, en latín, lengua oficial del Imperio Romano, utilizada ampliamente en la administración del territorio del que Judea formaba parte.

Peter Paul Rubens, Kruisoprichting, 1610–11

Juan, por su parte, confirma la versión en tres lenguas de Lucas, añadiendo la procedencia de Jesús: ‘Jesús el nazareno, el rey de los judíos’ (19:19). El acrónimo de la versión latina (Iēsūs Nazarēnus Rēx Iūdaeōrum) de la inscripción (INRI) ha pasado a la posteridad en nuestra lengua como nota de burla o afrenta. En este sentido, el español peninsular acuñó la expresión ‘para más/mayor inri’, en el sentido de ‘por si fuera poco’, ‘para colmo’, o, como suele decirse coloquialmente en Chile, ‘para más remate’.

Diego Velázquez, Cristo crucificado, 1632 (Detalle)

El relato de Juan añade el esperable descontento por parte de los sacerdotes judíos con la declaración de la naturaleza regia de Jesús, por lo que intentan corregir la inscripción para señalar que él mismo se declaró rey, sin serlo (No escribas ‘el rey de los judíos’ sino que él dijo ‘soy rey de los judíos’, 19:21). La versión latina de la negativa de Pilato a tal modificación pasó a la historia como expresión de una decisión irrevocable: quod scrīpsī, scrīpsī (kuod skrī́psi, skrī́psi, ‘lo que escribí, escribí’). En 1418, el antipapa Juan XXIII, tras ser liberado de prisión, llegó a Florencia y recibió asilo de Giovanni di Bicci de’ Medici. Al morir el antipapa al año siguiente, se erigió una tumba en su memoria en el Baptisterio de Florencia. El Papa Martín V se opuso a la inscripción Quō(n)dam Pāpa (kuṓndam pā́pa, ‘alguna vez papa’) y pidió que se eliminara, pero Cósimo de Medici respondió, citando a Poncio Pilato, quod scrīpsī, scrīpsī.

  • Magdalena, llorar como una magdalena.

Tras la muerte y resurrección de Jesús, Juan nos muestra a María Magdalena llorando junto al sepulcro al no encontrar el cuerpo del maestro. Magdalena es una de las discípulas más destacadas de Jesús: se la menciona por su nombre 12 veces en los Evangelios, más que cualquiera de los apóstoles y que otra mujeres. Lucas señala que había sido liberada de siete demonios y que, junto a otras, servía con sus bienes al ministerio (8:2). Tradicionalmente ha sido identificada con otras figuras femeninas del Evangelio, principalmente con la mujer adúltera a la que Jesús salva de la lapidación (Jn. 8:3-11) o la mujer que unge con perfumes los pies de Jesús y los enjuga con sus cabellos (Lc. 7:36-50, Mc. 14:3-9, Mt. 26:6-13). Esta confusión la ha llevado a ser considerada una pecadora arrepentida, incluso una prostituta, identificación que ciertamente no se sustenta en los textos evangélicos. Tan profundamente arraigada se encuentra esta tradición, que incluso el diccionario de la Real Academia Española define el término magdalena como mujer penitente o visiblemente arrepentida de sus pecados.

Gustaaf Vanaise, Madeleine au tombeau du Christ, 1880

Retomando el pasaje de la resurrección, al observar Magdalena dentro del sepulcro, dos ángeles vestidos de blanco le preguntan la razón de su llanto. La mujer afirma desconocer dónde se halla el cuerpo de Jesús. Al volver la mirada, observa a Jesús, aunque no lo reconoce y pregunta a Magdalena por qué llora. Confundiéndolo con el jardinero del lugar y posible raptor del cuerpo, vuelve a interrogar por la ubicación del cuerpo. Jesús se revela resucitado ante Magdalena llamándola por su nombre, momento en el cual la mujer reconoce al maestro exclamando ῥαββουνῑ́ (rab.bunī́), versión griega del hebreo רִבּוֹנִי (riboní, lit. mi maestro), que Juan sólo interpreta como maestro (διδάσκαλε, didáskale) (20:16). De esta manera, María Magdalena es una de las primeras testigos de la resurrección y, de acuerdo a Marco y Juan, la primera en reconocer a Jesús resucitado.

Alexander Andreyevich Ivanov, Явление Христа Марии Магдалине после воскресения, 1835

En el pasaje de la resurrección se menciona el llanto de Magdalena en cinco oportunidades, de modo que sus lágrimas se convirtieron en una figura proverbial. En este sentido, la tradición hispana acuñó las expresiones ‘estar alguien hecho una Magdalena’ o ‘llorar como una Magdalena’ en el sentido de un llanto abundante y desconsolado.